viernes, 25 de junio de 2010

¡Viva Chile!

El golpe de estado de Augusto Pinochet ponía fin al gobierno de Salvador Allende, elegido democráticamente. Los estadios de fútbol se usaron como centros de detención; en el Estadio Nacional, miles de personas fueron recluidas y otras muchas perdieron la vida. El periodista deportivo Vladimiro Mimica estuvo allí retenido y relataba lo que para él suponía una negra ironía: “Donde yo había cosechado mis primeras alegrías en el ámbito profesional estaba también cosechando mi más grande pena de aquel momento”.
Antes de que el Colo Colo también se convirtiera en instrumento de Pinochet a modo que lo era el Real Madrid para Franco, ya el fútbol se convirtió en terreno de enfrentamiento bajo el mandato de Pinochet.
Sólo unas semanas después del golpe de estado, Chile debía enfrentarse con la Unión Soviética y vencerla para clasificarse para el Mundial de 1974. El partido de ida se disputó en Moscú, sólo diez días después del levantamiento. Las noticias que llegaban de Chile, aunque no eran buenas, aún eran confusas, y el partido se desarrolló con una tensa normalidad, acabando el choque con el 0-0 inicial. En Moscú, las autoridades pusieron a algunos jugadores chilenos problemas ante una hipotética falsedad de sus pasaportes, lo que indicaba que la actitud de los soviéticos ya comenzaba a ser hostil hacia la nueva política que se gestaba en Chile.
Para el partido de vuelta que debía disputarse en Santiago el 21 de Noviembre de 1973, ya habían trascendido las noticias de las torturas sistemáticas de militantes socialistas y las tendencias derechistas del general, así como la muerte de Salvador Allende, con el que los dirigentes soviéticos mantenían buenas relaciones. La URSS emitió un comunicado en el que anunciaba que se negaba a jugar en el estadio que había servido de campo de concentración, torturas y ejecuciones, y apelaba a la FIFA para que no permitiera que un estado de tal signo político pudiera organizar partidos.
La FIFA entonces inició la trama surrealista que se preparaba, efectuando una revisión del estadio digna de las mejores obras del teatro del absurdo, con los prisioneros observando la acción desde las ventanas de los subterráneos del estadio, amenazados con ser ejecutados si gritaban para denunciar su situación. Así, la federación dio luz verde a la celebración del encuentro y la URSS se negó a participar.
Entonces se dio uno de los espectáculos más lamentables que se recuerdan en la historia del fútbol, bautizada por la prensa local como “la tarde más triste del fútbol”. Los jugadores de la selección chilena saltaron al campo sin ningún rival enfrente, y marcaron un gol simbólico para celebrar su clasificación para el Mundial, en el cual se mostraron numerosas protestas y manifestaciones en contra del régimen de Pinochet.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.


¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!


Estas fueron mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.


Salvador Allende


Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973