martes, 19 de enero de 2010

Irvine Welsh, cuando el macarrismo se convierte en literatura

Irving Welsh nació en Leith, en el barrio portuario de Edimburgo, entre drogas, prostitutas y borrachos. Sus padres se trasladaron, algún tiempo después, a las casas prefabricadas de West Pilton y, algo más tarde, a los pisos de Muirhouse, barrio conocido en los 80´s como la capital mundial del sida.
A los 16 años dejó los estudios y comenzó a deambular de un trabajo a otro y, aunque nunca le gustaron los curros, recuerda con agrado tropezar con alguna gente excepcionalmente decente. El punk de finales de los 70 le llevó a vivir a Londres donde terminó los estudios que un día abandonó siguiendo a los pajaros de su cabeza. De este modo los trabajos mejoraron y finalmente se casó y regresó a Edimburgo donde comenzó a trabajar para el ayuntamiento.
A finales de los 80 y principios de los 90 la escena Rave se había impuesto y Edimburgo contaba con algunos de los mejores DJ´s. Inspirado por el meneo que vivía la ciudad Irving comenzó a escribir Trainspotting y partes de la novela fueron publicadas en diferentes revistas, pero el salto a la fama de Welsh llegó con la publicación integra de su obra en el 90.

Fue tal el éxito que apenas 3 años después Danny Boyle llevó la novela al cine. Los personajes de Irving Welsh se mueven en un submundo capitaneado por las drogas en el que la falta de principios parece no tener límite y es que en palabras del propio escritor escocés “la avaricia y la motivación económica han retorcido el código moral. Gente que antes nunca cruzaría una línea de piquetes se vuelve esquirol, los que nunca delatarían a sus amigos se chivan a la policía. Prima el egoísmo individualista frente a la idea comunitaria”.

Sin embargo en "Cola" Welsh nos muestra un pequeño código ético de clase trabajadora, puede que por nostalgia o por hacer hincapié en el constraste de lo que un día fue orgullo de clase y hoy es pura avaricia y corrupción. Así uno de los protagonistas de la novela recibe estos mandamientos de su padre:
1 Nunca pegues a una mujer.
2 Da la cara siempre por tus colegas.
3 Nunca seas un esquirol.
4 Nunca atravieses la línea de un piquete.
5 No chotes a nadie, amigo o enemigo.
6 No les diga nada (a la poli, los del paro, los asistentes sociales, periodistas, los del ayuntamiento, los del censo, etc).
7 Nunca dejes que pase una semana sin invertir en un vinilo nuevo.
8 Da cuando puedas, toma sólo cuando tengas que hacerlo.
9 Si te sientes bien o mal, recuerda que nada dura eternamente y que hoy es el comienzo del resto de tu vida.
10 Ama con generosidad, pero sé más estricto con la confianza.

A pesar de haber probado la heroína y haber sido un confeso bebedor en los pubs de Gran Bretaña hoy en día Irving ya no bebe. "Me ha hecho falta llegar hasta el punto en el que veía en la cabeza las imágenes de la resaca del día siguiente mientras me divertía". Casado por segunda vez reside a caballo entre Dublín y Miami pero siempre que puede escapa a Edimburgo a ver a su equipo del alma, el Hibernian F.C. y es que desengancharse del fútbol no es tan fácil.
En casi todas sus novelas aparecen episodios en los que los casuals de su equipo son protagonistas, algunos muy graciosos y otros muy desagradables. En otras ocasiones es simplemente una cuadrilla de chavalillos los que montan una pelea descomunal dentro de la grada de los Rangers en la época en la que el fútbol se veía apelotonado de pie y no existía la videovigilancia.
“Ahora ya vamos todos locos que te cagas y Doyle está en mitad de todo el mogollón, cargando contra un montón de tíos. El hermano de Begbie le sacude a un tío un codazo de lo más alevoso en un lado de la cabeza. Hay un mamón gritándome desde dos o tres metros de distancia y se recorre la cara con el dedo haciendo la marca de un corte. Oigo todos esos acentos de Glasgow diciendo “qué sobrada” y “putos animales”; resulta aterrador pero guay cuando piensas en todas las veces que nos han perseguido y reventado a nosotros. Subo y bajo como un puto yoyó con las oleadas del público, tratando de pegar y cargar y mantener el equilibrio. Un segundo estás rodeado de cuerpos por todas partes y al siguiente estás en una isla de espacio que aparece de pronto de la nada. Le doy en los morros a un capullo; el tontolculo tiene los brazos atrapados por la multitud que le impulsa hacia delante contra la barrera de seguridad. Los hunos se encuentran en un caos: ninguno de los capullos próximos a nosotros quiere adelantarse, pero mientras se limitan a quedarse ahí dándole al pico, les cierran el paso un montón de hijos de puta grandes que te cagas que quieren pasar para llegar hasta nosotros. A Carl le cae un japo en plena cara y el tío se vuelve loco, echa a correr hacia delante y sacude a un tío aislado. Es curioso, pero ninguno de los colegas del tío intenta impedírselo, se limitan a quedarse allí de pie mirando cómo zurra al chaval.

Publicado en el Pureta Style Nº1