martes, 2 de marzo de 2010

Historias del Reichstag

Esta es una historia de un joven que huyó de Austria para escapar del servicio militar, fue a Baviera, donde, irónicamente, terminó en el ejército. En esa institución encontró su lugar como sirviendo te a los oficiales, un trabajo que realizó a la perfección. Tan bien, en realidad, que le ofrecieron un ascenso al rango de sargento. Como esto significaba que lo mandarían al frente, prefirió seguir siendo cabo; lo que, de por sí, tampoco le garantizó una seguridad total. A veces, cuando los combates se acercaban, el servil cabo se enfermaba, ahorrándose así la desagradable necesidad de tener que enfrentar al enemigo.
Años después, se convirtió en un criminal en Alemania, lo enviaron a una penitenciaria por haber causado problemas. Allí escribió un montón de estupideces sobre sí mismos, y sus fanáticos partidarios, a fin de popularizarlo, inventaron la historia de que había combatido realmente en el frente. En este cuento, el joven cabo no sólo combatió, sino que se infiltró detrás de las líneas enemigas y por sí solo obligó a una docena de soldados franceses a someterse. Al llevarlos de vuelta a las líneas alemanas, se convirtió supuestamente en un héroe, y le otorgaron la Cruz de Hierro.
El problema con el cuento es que nunca ocurrió. Los oficiales que conocieron al hombre en sus días de soldados se rieron. La gente sensata podría haber escuchado en ese preciso momento la voz de sus mayores, de soldados más experimentados, pero no, les habían hecho tragar una fantasía, y querían creerla. En caso de que no lo hicieran, los oficiales que conocían la realidad fueron asesinados para que no hubiera disenso. Obviamente, no apoyaban el plan, así que terminaron como “daño colateral”.
Una vez que se salió con la suya, el cabo cobarde contó más y más mentiras, y al hacerlo, lo adoraron literalmente. Tanto que cuando su partido incendió el edificio del Reichstag (Parlamento Alemán) en la noche del 27 de febrero de 1933, nadie cuestionó las mentiras difundidas por su partido. El incendio comenzó a las 21:14 horas, cuando una estación de bomberos de Berlín recibió la alarma de que el edificio del Reichstag estaba ardiendo. El fuego pareció haber sido iniciado en varios lugares, y en el momento en que llegaron la policía y los bomberos, se produjo un enorme incendio en la Cámara de Diputados. Buscando pistas, la policía rápidamente encontró a Marinus van der Lubbe, medio desnudo, agachándose tras el edificio. Van der Lubbe era un ex comunista holandés y albañil desempleado que había estado rondando por Europa en los últimos dos años antes de 1933.
Adolf Hitler y Hermann Göering, líderes del partido nazi llegaron poco después al lugar y cuando vieron a Van der Lubbe, un supuesto agitador comunista, Göring declaró inmediatamente que el fuego fue iniciado por los comunistas y mandó arrestar a los líderes del partido en la ciudad de Berlín.
Sin oposición, Adolf Hitler y sus idiotas se apoderaron de Alemania, la secuestraron, la azotaron y la violaron hasta la muerte. Los imbéciles estaban de moda, y no un sabio cuestionamiento de la historia del incendio del Reichstag. En realidad, muchísima gente fue detenida esa misma noche, incluso antes de que se despejara el humo.

Sesenta y cinco años después de que ondeara la bandera soviética sobre el Parlamento alemán (Reichstag) al terminar la Segunda Guerra Mundial, falleció el 17 de febrero uno de los soldados del Ejército Rojo que aparecía en la famosa fotografía del hecho.
El soldado Abdulchakim Ismailov, que había combatido al régimen nazi con el Ejército Rojo, fue retratado en una foto en blanco y negro por el fotógrafo de guerra Yevgueni Jaldei en la bombardeada capital Alemana. Ismailov pasó a la historia como el hombre que colocó oficialmente la bandera en lo alto del Reichstag de Berlín el 2 de mayo de 1945. Dicha fotografía pasó a la historia como el símbolo de la victoria de la URSS sobre Alemania.
Ismailov cumplía el mismo día de su muerte 93 años y murió en su suelo natal en Dagestán.