Ruud Gullit, llamado el Tulipán Negro, ha sido siempre un clamoroso enemigo del racismo. Entre partido y partido ha cantado, guitarra en mano, en varios conciertos organizados contra el apartheid en África del sur, y en 1987, cuando fue elegido el jugador más destacado de Europa, dedicó su balón de oro a Nelson Mandela, que llevaba muchos años encerrado en la cárcel por el delito de creer que los negros son personas.
A Gullit le operaron tres veces una rodilla. Las tres veces, los comentaristas lo dieron por liquidado. Pero resucitó, a puras ganas:”Yo, sin jugar, soy como un recién nacido sin chupete.
Sus veloces y goleadoras piernas, y su físico imponente coronado por una melena de rulerío rasta, le han ganado el fervor popular en los equipos más poderosos de Holanda y de Italia. En cambio, Gullit nunca se ha llevado bien con los directores técnicos ni con los dirigentes, por constumbre de desobedecer y por su porfiada manía de denunciar a la cultura del dinero, que está convirtiendo al fútbol en un asunto más de la bolsa de valores.
Extracto del libro “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano