Son los encargados de conjugar deporte y seguridad. Cada día de partido en El Molinón, entre 40 y 150 efectivos de la Unidad de Intervención Policial (UIP), una cifra que varía en función del riesgo previsto, se despliegan por Gijón dentro de un dispositivo encargado, fundamentalmente, de evitar enfrentamientos entre los grupos radicales de las aficiones local y visitante. Son la parte ejecutora de un plan que empieza a diseñarse varios días antes de cada encuentro, y en el que resulta fundamental el acopio de información.
La fase previa comienza una semana antes del partido. Los servicios de información de la comisaría de la ciudad de origen del equipo visitante, en colaboración con el club y las federaciones de peñas, recopilan y envían a Gijón todos los datos posibles sobre el número de aficionados que prevén desplazarse a la ciudad y, fundamentalmente, sobre si viajará algún grupo radical y si este radicalismo es «de signo contrario» al de los radicales gijoneses.
«No es lo mismo que venga, por ejemplo, el Getafe, como este domingo (por ayer), que el Athletic de Bilbao», explica el coordinador de estos dispositivos, Sergio Fernández Valle. Lo que define fundamentalmente la rivalidad entre estos grupos, precisa, es el signo político. En este sentido, destaca como de especial riesgo las visitas a Gijón de grupos como Indar Gorri (Osasuna), Herri Norte (Athletic), Celtarras (Celta de Vigo), Peña Mujika (Real Sociedad) y Biris Norte (Sevilla). Señala, no obstante, que hay otros como Symmachiarii (Real Oviedo) o Ultras Violetas (Real Valladolid) donde también existe «un odio visceral con los Ultra Boys» pese a que «tienen el mismo signo político».
«No es lo mismo que venga, por ejemplo, el Getafe, como este domingo (por ayer), que el Athletic de Bilbao», explica el coordinador de estos dispositivos, Sergio Fernández Valle. Lo que define fundamentalmente la rivalidad entre estos grupos, precisa, es el signo político. En este sentido, destaca como de especial riesgo las visitas a Gijón de grupos como Indar Gorri (Osasuna), Herri Norte (Athletic), Celtarras (Celta de Vigo), Peña Mujika (Real Sociedad) y Biris Norte (Sevilla). Señala, no obstante, que hay otros como Symmachiarii (Real Oviedo) o Ultras Violetas (Real Valladolid) donde también existe «un odio visceral con los Ultra Boys» pese a que «tienen el mismo signo político».
Foto de la UIP en el Sadar de Iruñea.
Si bien las peñas suelen facilitar la labor policial dando toda la información sobre sus viajes, los grupúsculos más radicales «intentan eludir nuestra actividad como sea posible», como según fuentes policiales ocurrió con el Sevilla. «Ellos saben que son controlados e intentan ocultarnos información hasta donde pueden», apunta Fernández Valle, quien pone como ejemplo cómo en alguna ocasión ultras del Athletic alquilaron sus autobuses en otras ciudades -Zaragoza o Logroño- para evitar que se conociera su desplazamiento. No obstante, las brigadas de información de la Policía mantienen un continuo control sobre ellos a través de diversas técnicas de investigación.
El responsable de coordinar los dispositivos de seguridad destaca que en los grupos ultras «no todos son violentos, sino que muchos se limitan a a animar de forma muy activa a su equipo». De hecho, asegura que en el caso de Ultra Boys «de sus más de 300 integrantes, hay un número de diez o doce personas que sí son realmente violentas y sobre las que existe una atención especial, sobre todo cuando viajan. Si estalla cualquier conflicto, lo más seguro es que a ellos no les coja muy lejos».
El responsable de coordinar los dispositivos de seguridad destaca que en los grupos ultras «no todos son violentos, sino que muchos se limitan a a animar de forma muy activa a su equipo». De hecho, asegura que en el caso de Ultra Boys «de sus más de 300 integrantes, hay un número de diez o doce personas que sí son realmente violentas y sobre las que existe una atención especial, sobre todo cuando viajan. Si estalla cualquier conflicto, lo más seguro es que a ellos no les coja muy lejos».
Foto de Ultra Boys y Ligallo.
Cuando existe un riesgo de enfrentamiento entre aficiones, la Policía trata de controlar a los visitantes desde antes de su entrada a la ciudad. Ya en la propia autopista, los autobuses de los radicales son retenidos en algún lugar que no cause trastornos al tráfico y desde ahí continúan su viaje a Gijón, ya fuertemente escoltados. Ya en la ciudad, en función del número de vehículos desplazados, son trasladados a un lugar aislado -como puede ser el aparcamiento de Las Mestas- donde se les «embolsa», se registran los autobuses y se cachea a los ultras para comprobar que no accedan al campo con ningún objeto que pudiera resultar peligroso. También controlan si alguno de ellos presenta condiciones que aconsejan impedir su entrada al estadio.
Los visitantes permanecen en este lugar controlados por la Policía hasta los instantes previos al partido, cuando se acompaña a los autobuses directamente a la puerta 6 ó 7 para su acceso al estadio. Al final del partido se espera a que la afición local abandone El Molinón para repetir la operación en sentido inverso: los ultras suben directamente al autobús para salir de la ciudad.
Este dispositivo varía en función de cada partido, según el número y tipología de los desplazados, su relación con los ultras del Sporting y también otros condicionantes como pudieran ser la puesta en juego de un título o de la permanencia.
Los visitantes permanecen en este lugar controlados por la Policía hasta los instantes previos al partido, cuando se acompaña a los autobuses directamente a la puerta 6 ó 7 para su acceso al estadio. Al final del partido se espera a que la afición local abandone El Molinón para repetir la operación en sentido inverso: los ultras suben directamente al autobús para salir de la ciudad.
Este dispositivo varía en función de cada partido, según el número y tipología de los desplazados, su relación con los ultras del Sporting y también otros condicionantes como pudieran ser la puesta en juego de un título o de la permanencia.