Foto de los Ultras del Dynamo
Era la Europa pre Muro, con su Guerra Fría y su canesú. Los equipos de la Oberliga de la RDA tenían cierta aceptación entre su gente, aunque casi todos eran vistos, y con razón, como brazos de los jerifaltes del Politburo. Y más que ninguno, el Dynamo de Berlín, el equipo de Erich Mielke, señor supremo de la Stasi.Mielke era, porque le iba en el cargo, el presidente de los Dynamos, los clubes deportivos ligados a las Fuerzas Armadas y al Ministerio del Interior (terminología occidental), y tenía un miedo: el descontrol de Berlín. Por aquello de estar separados por 20 centímetros de ancho de ladrillo y un descampado de la Alemania Occidental, cualquier descontrol era objeto de su ira. Así que tiró de 'chequera', versión comunista: mandó a toda la plantilla del Dynamo de Dresden a Berlín, los separó de sus familias y los puso a vivir en hostales de mala muerte. Y así apareció el Dynamo de Berlín, rival en la zona oriental de la ciudad del Unión de Berlín.
El Dynamo de Dresden tuvo que jugar con su segundo equipo, y anduvo más de una década en las divisiones inferiores de la Oberliga, mientras que el Dynamo se convertía en uno de los mariscales de la primera. El objetivo era ganar y combatir al Unión. No deportiva, sino ideológicamente. Los aficionados del Unión y los del Hertha, que quedó en el otro lado del Muro, mantenían una estrecha relación. Los occidentales cruzaban la pared pintarrajeada hacia el lado oriental y organizaban reuniones clandestinas con sus amigos del Unión. Incluso en las gradas, tradicionalmente lugares donde gritar contra cualquier régimen autoritario, surgía un grito: "Hertha y Unión, una nación". Y eso dolía a Mielke como si le clavaran una hoz en el ojo.
Los hinchas del Dynamo eran unos privilegiados. Tanto, que por sus contactos viajaban con el equipo incluso a los países occidentales (los ciudadanos de la RDA sólo tenían permitido moverse por los países del Pacto de Varsovia; de hecho, las primeras huidas masivas al Oeste se hicieron a través de Checoslovaquia o Hungría), como esa ocasión en la que mil hinchas fueron a Mónaco. Fuera se comportaban, pero en la RDA ya no se escondían. Los policías de la RDA cargando contra hijos del Partido.
Cayó el Muro y dos años después, la Oberliga. Los equipos del Este se integraron como pudieron en las diferentes divisiones de la Bundesliga. Al Dynamo le quitaron lo de Dynamo y lo dejaron en FC Berlín, y lo metieron en la quinta división, en la Liga regional.
Era la Europa pre Muro, con su Guerra Fría y su canesú. Los equipos de la Oberliga de la RDA tenían cierta aceptación entre su gente, aunque casi todos eran vistos, y con razón, como brazos de los jerifaltes del Politburo. Y más que ninguno, el Dynamo de Berlín, el equipo de Erich Mielke, señor supremo de la Stasi.Mielke era, porque le iba en el cargo, el presidente de los Dynamos, los clubes deportivos ligados a las Fuerzas Armadas y al Ministerio del Interior (terminología occidental), y tenía un miedo: el descontrol de Berlín. Por aquello de estar separados por 20 centímetros de ancho de ladrillo y un descampado de la Alemania Occidental, cualquier descontrol era objeto de su ira. Así que tiró de 'chequera', versión comunista: mandó a toda la plantilla del Dynamo de Dresden a Berlín, los separó de sus familias y los puso a vivir en hostales de mala muerte. Y así apareció el Dynamo de Berlín, rival en la zona oriental de la ciudad del Unión de Berlín.
El Dynamo de Dresden tuvo que jugar con su segundo equipo, y anduvo más de una década en las divisiones inferiores de la Oberliga, mientras que el Dynamo se convertía en uno de los mariscales de la primera. El objetivo era ganar y combatir al Unión. No deportiva, sino ideológicamente. Los aficionados del Unión y los del Hertha, que quedó en el otro lado del Muro, mantenían una estrecha relación. Los occidentales cruzaban la pared pintarrajeada hacia el lado oriental y organizaban reuniones clandestinas con sus amigos del Unión. Incluso en las gradas, tradicionalmente lugares donde gritar contra cualquier régimen autoritario, surgía un grito: "Hertha y Unión, una nación". Y eso dolía a Mielke como si le clavaran una hoz en el ojo.
Eran los 70, primeras grietas del Muro. Así que Mielke, cada vez más futbolero, sentenció la Oberliga. En el 78, entró en el vestuario del Dynamo de Dresden, que celebraba su título una vez que había logrado reconstruirse tras el expolio, y le dijo a los jugadores que ya era hora de que ganara el Dynamo de Berlín. Lo haría ininterrumpida mente desde 1979 a 1988. Las reacciones contra el régimen eran cada vez menos convencionales.
El movimiento punk se convirtió en un grano en el culo de la Stasi, y fue duramente perseguido y reprimido. Pero otro fenómeno se adueñó del fútbol para hacerse notar: el hooliganismo nazi. El fondo Unión de Berlín se convirtió en el caldo de cultivo de los boneheads nazis de la Alemania del Este. Su comportamiento violento era como el de sus secuaces de ahora. Si son tradicionalistas, lo son para todo, ¿no?
Y de repente, la catarsis: el fondo del Dynamo también se llenaba de nazis. 'El club más odiado del mundo', como se le ha definido por representar lo peor del “régimen más duro” de la Europa setentera y ochentera, empezaba a ver con estupor la influencia de los nietos ágrafos de Hitler. En la grada se escuchaban con la misma frecuencia el '¡Hail Hitler!' y el '¡Hail Mielke!'.
Y de repente, la catarsis: el fondo del Dynamo también se llenaba de nazis. 'El club más odiado del mundo', como se le ha definido por representar lo peor del “régimen más duro” de la Europa setentera y ochentera, empezaba a ver con estupor la influencia de los nietos ágrafos de Hitler. En la grada se escuchaban con la misma frecuencia el '¡Hail Hitler!' y el '¡Hail Mielke!'.
Si Marx hubiera levantado la cabeza.
Los hinchas del Dynamo eran unos privilegiados. Tanto, que por sus contactos viajaban con el equipo incluso a los países occidentales (los ciudadanos de la RDA sólo tenían permitido moverse por los países del Pacto de Varsovia; de hecho, las primeras huidas masivas al Oeste se hicieron a través de Checoslovaquia o Hungría), como esa ocasión en la que mil hinchas fueron a Mónaco. Fuera se comportaban, pero en la RDA ya no se escondían. Los policías de la RDA cargando contra hijos del Partido.
Cayó el Muro y dos años después, la Oberliga. Los equipos del Este se integraron como pudieron en las diferentes divisiones de la Bundesliga. Al Dynamo le quitaron lo de Dynamo y lo dejaron en FC Berlín, y lo metieron en la quinta división, en la Liga regional.
En 1999 el Dynamo recuperó su nombre. En plena Ostalgie (un curioso fenómeno alemán en el que lo de la RDA es trendy), ese logo valía una pasta. Su escudo estaba adornado por tres estrellas (que equivalen a 10 títulos, según la norma de la Bundesliga), pero la propia Liga les negó ese adorno, pues no reconocen los títulos de la Liga de la República Democrática. Así que se pusieron una estrella con un 10 dentro. El logo era propiedad de dos avispados, miembros de los Ángeles del Infierno, que lo registraron cuando el equipo era FC Berlín, y tras múltiples pleitos, el club desistió y su escudo actual es un a cosa cutre con un oso berlinés. Los 'angelitos', entre tanto, se forran vendiendo merchandising a los fans de la Ostalgie.
Hoy en día el Dynamo es el club más nazi de Alemania. El pasado verano propuso hacer pases VIP a los miembros del Partido Nacionalsocialista Alemán. Luego, cuando estalló, dijo que la carta enviada había sido un error. Ya.